Reserva Natural Cabo Vírgenes
13 marzo, 2021
Cabo Vírgenes es referente de los pingüinos de magallanes en la costa argentina y también tiene el atractivo de ser el punto continental más al sur de la Argentina y América. Además, por si fuera poco, allí se creó la primera fundación de la Patagonia en el siglo XVI y en el siglo XIX fue centro neurálgico de la “fiebre del oro”.
Una historia signada por la soledad
Cabo Vírgenes se llama hoy así en honor a la fecha en que Hernán de Magallanes pisó por primera vez estas tierras. Era el 21 de octubre de 1521 y se celebraba el día de las Once Mil Vírgenes. En ese lugar se erigió la primera fundación de la Patagonia: la antigua ciudad de Nombre de Jesús. Sin embargo, el destino de ella y de otras primeras fundaciones en el extremo sur argentino estuvo signado por calamidades y penurias, tales como que los alimentos eras escasísimos, el clima inhóspito y las provisiones y ayuda nunca llegaron. Y pronto no quedó nadie en Nombre de Jesús. Los pobladores murieron desnutridos y enfermos. Es así que a comienzos de 1590 el corsario Andrew Merrick rescata el último sobreviviente español de Rey Felipe y lo embarcó en su nave, pero no llegó vivo a Inglaterra.
En 1857 la escuadra corsaria de Thomas Cavendish recala frente a Rey Felipe. El aspecto tenebroso de la colonia -casi una tumba colectiva- le inspira el nombre de Puerto del Hambre (Port Famine).
En 1876 se halló en este lugar oro mezclado con la arena, pero recién en 1885 se despertó la fiebre aurífera, tras el naufragio de un navío francés en la zona. Como se acostumbraba, los restos del barco fueron saqueados, pero se halló más riqueza en las arenas que en la bodega del vapor, lo que encandiló a muchos hombres que acamparon allí. El mismo gobierno se interesó, destacando la expedición de Moyano a bordo del Villarino para la existencia del dorado metal. A partir de ese instante, Cabo Vírgenes surge en pocos meses como núcleo poblado, con negocios, ayudantía marítima, campamentos mineros, talleres, policía y costosas maquinarias destinadas a la extracción. Pero en un lapso corto, cuando las duras condiciones de la vida en el lugar y las enormes dificultades desalentaron a los mineros, el Cabo volvió a ser un confín barrido por los vientos patagónicos, un lugar de agobiante soledad en el que nada queda de tan fantástica quimera.
Hoy se observan a ambos lados del camino torres e instalaciones petroleras como la Planta de Tratamiento y el Campamento Cerro Redondo, ambos de YPF, que son apenas muestras visibles de la intensa explotación que se realiza en la zona.