Cascada Ñivinco
6 marzo, 2021
suele estar ausente de los paseos tradicionales. Escondida entre arbóles auténticamente patagónicos, nos permite una caminata que dará su fruto cuando nos acerquemos al curso de agua y lo veamos aparecer inmenso, casi teatral ante nuestros ojos.
Salimos en vehículo desde Villa Traful por la ruta provincial 65 hacia el Camino de 7 Lagos. Hicimos un recorrido hermosísimo bordeado de bosques añosos. Observamos la acción de la naturaleza que, en invierno, hace caer las ramas más frágiles por acción del viento y la nieve. Al tomar contacto con la ruta nacional 234, doblamos a la derecha hacia la ciudad de San Martín de los Andes. Luego de recorrer unos 30 kilómetros, vimos sobre mano izquierda una bifurcación sin cartelería indicativa. Según la información que teníamos, era el desvío hacia la cascada.
Zigzagueando entre el verde…
Anduvimos unos 700 metros con el auto hasta encontrar un indicador del Parque Nacional Nahuel Huapi que nos invitaba a dejar allí el vehículo. Aquí comenzó la aventura.
Con una pequeña mochila a la espalda, decidimos vadear el primero de los arroyos que se nos presentó. Era angosto y de aguas frías, pero no ofrecía dificultad, si bien en épocas de deshielo puede estar un poco más caudaloso. Al salir, otro cartel nos mostró el camino a seguir. A nuestro alrededor, un bosquecito de plantas achaparradas daba lugar a un bosque de ñires y caña colihue de mayor porte. La barba de viejo cuelga mostrándonos el grado de oxigenación del sitio. Sólo nuestro murmullo y nuestros pasos sobre el sendero, lo demás es silencio.
Cada especie vegetal presenta sus características: el ñire, sus hojas con bordes enrulados; el chinchin, su brillo intenso; las cañas colihue parecen despeinadas. De vez en vez, alguna marca pintada de amarillo y numerada nos confirma que estamos en la senda correcta. En los desniveles el guardaparque había ubicado troncos a modo de escalón. Empezamos a oír los saltos de agua. Al principio, tímidamente y luego con más sonoridad. Estábamos cerca.
Contuvimos el aliento cuando finalmente divisamos el arroyo a mano derecha. Lo que faltaba lo caminamos por un sendero muy estrecho abierto con un machete; por encima de nuestras cabezas, un techo verde de ñires. El ruido del agua se hizo sentir más intenso. Estábamos llegando luego de caminar cuarenta minutos a paso tranquilo.